Me gusta aburrirme. Vaguear, perderme en historias imaginadas, tocar la hierba, estar solo para estar con todo, observar hormigas, que los libros me elijan, desaprender, no nadar a contracorriente ni a favor de la corriente ni siquiera ser corriente.

Pues sí, me gusta aburrirme para no necesitar dosis de entretenimiento, me gusta cuando no hay cuándos, ser el espectador de las tonterías que pasan por mi mente, la libertad no buscada, tocar el sol en la guitarra y la luna en los secretos de la imaginación.

Me gusta aburrirme, me da risa, calma. Aburrirme de la masa social, de las posiciones políticas, de la incesante prisa que se ha instalado como norma, de la competitividad, de mí mismo, ese mí lleno de material inservible.

Me gusta aburrirme porque así es como me mantengo despierto lejos de la pantomima habitual.

Me gusta aburrirme de lo que provoca hastío porque ya solo queda la divertida libertad.