Con un vaso de blues en la mano, cruzando la noche entre elegantes mesas donde la conversación era entre sugerente, misteriosa e imprevista… con una mirada que gritaba bésame pero no me beses pero bésame ahora y con un camarero que limpiaba el saxofón con esmero mientras un cliente estrellaba la copa de recuerdos contra el suelo; y la banda ya iba por el mi menor en busca del séptimo acorde y, para más evidencia, sin darse cuenta su cuerpo se balanceaba al ritmo del deseo… ella comentó que no entendía bien esa música.