El dilema de la humanidad es su interminable búsqueda de la “normalidad” Nos empeñamos en encajar en un molde que no nos pertenece, en un ideal de normalidad que nunca será el reflejo fiel de lo que somos. En esta constante lucha por la conformidad, nos perdemos a nosotros mismos y nuestras singularidades únicas se diluyen en el intento.
¿Qué es exactamente lo que anhelamos encajar? No es nuestra autenticidad, sino una versión, un disfraz que nos ponemos para ser aceptados, para recibir la aprobación de una sociedad enferma. Creamos una imagen de nosotros mismos que se adapta a las expectativas sociales, construyendo una «auto-represión» que nos agota y aleja de nuestra verdadera esencia.
La obsesión por la normalidad funciona como una adicción que todos compartimos en silencio. Anhelamos esa sensación de encaje, esa palmada en la espalda que nos dice que estamos haciendo lo correcto, que estamos siguiendo el camino que se espera de nosotros. Pero, en ese proceso, nos desconectamos de lo que realmente somos. Cada ser humano es una amalgama única de experiencias, sueños, deseos y miedos. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, esta singularidad se disuelve en la búsqueda de la uniformidad y la homogeneidad.
¿Cuál es la verdadera esencia de la vida? No es normal ni predecible; es una experiencia única y particular, una montaña rusa de emociones, desafíos y momentos inolvidables. La vida es todo menos segura, y esta inseguridad es precisamente lo que la hace verdaderamente libre.
La búsqueda de lo normal es un miedo a la diferencia que nos mantiene atrapados, mientras que la libertad se encuentra en la aceptación de lo único y particular que nos define. Solo cuando dejemos de luchar por ser «normales» podremos abrazar plenamente la riqueza de la vida y vivir auténticamente.