Es la de siempre disfrazada de una tolerancia que no tolera la tolerancia ajena. Ahora no tiene corriente política pues viene de todos los lados y a discreción. La palabra se convierte en más importante que su contexto, el verbo se separa del sustantivo y el adjetivo pasa desapercibido. Un nosotrEs te asegura la simpatía de unos y un “la gente de bien” la de otros. Atacan por todos los lados cuando no usas la palabra de moda o te atrae la persona que no rechaza el caos. Es una censura menos evidente que hace décadas y por ello más peligrosa.

El Capitán Trueno ya no tendría cabida por incitar a la violencia y Marco podría provocar ataques de ansiedad masivos catalogados en el DSM de los psicólogos, cuando por fin encuentra a su mamá… muriéndose.

La nueva censura va a acabar con novelas, monólogos, arte y creatividad. Una sociedad creada para la satisfacción no soporta lo incómodo y por extensión los debates incómodos, las palabras que desconciertan, los conciertos improvisados y todo aquello que escape a la moda. No hay modales cuando hay moda, no hay singularidad ni sorpresa.

La nueva censura es de lectura rápida, no tiene pausa, se mueve a ritmo de tecnología y no admite anormalidad, quien se sale del tiesto no tiene retorno y es un enemigo que pone en peligro la identidad. Esa identidad por la que el individuo pierde su verdadera singularidad para pasar a ser grupal.

Qué dirían Frida Kahlo o Virginia Woolf en este mundo que no da lugar, como antaño, a la inseguridad, a vivir sin la limitación de la censura habitual que en todas épocas ha habido y ahora vuelve acompañada de más superficialidad.

La nueva censura provoca gestos que pretenden ir acompañados de modo vida, solidaridad, siempre que esta, no perjudique mi negocio; libertad sexual con miramientos y disimulos a la hora de tolerar, salir del templo escuchando todos somos hermanos y fuera ver forasteros en patera…

Claro que hay gente admirable, que viene de admiratio (mirar hacia) y mucha. Porque hay que mirar y observar para reaccionar. Esa es la esperanza sin espera, una reacción ante la falta de expresión personal, influencia de grupo y presión social.