Quizás algún día nos demos cuenta de que no somos nuestro cuerpo, ni nos define la maldita ideología ni los pensamientos que nos atormentan. Tal vez en ese preciso momento, podamos apreciar cómo las hojas marchitas pintan de colores el otoño, añadiendo belleza a cada estación de nuestras vidas. Y quién sabe, quizás lleguemos a comprender ese misterio que trasciende los límites de nuestro pensamiento y nos conecta de manera profunda; eso que parece que se llama amor.