No es la angustia lo que te hace sentir mal, sino rechazar y no querer tener esa angustia. Poder observar la emoción aceptándola no te quita el malestar, pero te ayuda a manejarla. Tan normal es el agrado como el desagrado. El hielo está frío, el lobo aúlla, en otoño caen hojas, el placer da placer y la tristeza te pone triste. Ya está. No hace falta interpretar más. Separa la emoción de la acción. Mandela se dio cuenta de que esperar a estar preparado y a no tener miedo, no le encaminaba a decidir realizar lo que esperaba. Así que lo hizo con miedo y sin estar preparado. Puedo sentir lo que sea y eso no me va a impedir hacer lo que quiera. Como una hoja que empuja el cemento, día a día, apuntando al sol, sabiendo quién es.