Aunque los resultados no lleguen, persevera. Tu valía no se define por los premios, sino por la forma en que vives y los mereces, incluso cuando las recompensas nunca llegan. En ocasiones, hemos enfrentado un agotamiento extremo, mientras que otros han pasado por tres o cuatro infiernos. El sufrimiento no es exclusivo de nadie, al igual que la insatisfacción no es un sentimiento reservado para unos pocos. Sin embargo, tú sigue, no por el premio en sí, sino por el simple hecho de continuar. Al igual que una hoja que se desliza al ritmo del viento o una nota se pierde en un blues incompleto.

Si prestas atención, descubrirás que la verdadera motivación no surge de qué deseas sino de cómo lo quieres. Es la pasión que te embarga, el inestimable encuentro con la armonía que se experimenta al hacer las cosas por el simple acto de hacerlas.

De niño, soñabas… Ahora, despierta y vive sin la carga del resultado. Mi espada es mi mente, mi castillo son las personas que amo y mi escudo está conformado por la ilusión y el constante momento.